domingo, 8 de julio de 2007

Cuiden su aspecto

No existe el cielo. No existe el infierno. Cuando morimos no desaparecemos, ni siquiera cambiamos de ciudad. Se mantienen los edificios, las autopistas, los parques, las vías del ferrocarril pero por las aceras sólo circulamos los muertos. También por las calzadas, en el más allá no existen los automóviles. Somos miles de millones, no queda espacio para frivolidades. Las calles se actualizan cada treinta años, pero los muertos no. Mantienen durante toda la eternidad el aspecto y la ropa que eligieron el día del viaje. Les recomiendo que vistan con cuidado. Opten por ropas cómodas y elegantes o les ocurrirá, tarde o temprano, lo mismo que a mí. Llevo unos leggings negros y una camiseta rosa, recuerdo de un fin de semana en Hawai, desde hace diecisiete años. Porque aquí, aunque nadie envejezca, existen los días, las noches, las semanas y los meses. No hay sexo. La dirección lo considera inútil. Mi coño es liso como la palma de la mano derecha. Tampoco comemos ni bebemos. Simplemente paseamos, hablamos de tonterías con los desconocidos, recordamos viejos tiempos y tratamos de no desesperarnos. Casi nadie intenta ya suicidarse. Sólo algunos ilusos se lanzan desde los rascacielos, provocando las carcajadas de los paseantes con sus lentos y agradables descensos. Seguiré contándoles y, por favor, cuiden su aspecto.

3 comentarios:

Olves dijo...

¡Qué sorpresa, Jane! Y ¡qué prosa!
Lo de Gary, Indiana me ha llegado al reseco corazón.
Cuídate, Jane.
Un abrazo,
Un primo en el desierto

Lara dijo...

Otro mundo raro, antiguo y reciçen descubierto. Bienvenida.

NáN dijo...

La próxima vez que tenga ese sueño me fijaré por si te veo.

El sueño es una especie de training que ha decidido la subdirección. Probablemente de las conversaciones con vosotros ha surgido la costumbre de intentar no desesperarnos. Por imitaros (o a lo mejor porque es un ejercicio de clase).

Lo de la eternidad, ya ves, me lo creo menos. Seguro que hay algún callejón en el que, simplemente, desapareces.